El funcionamiento ejecutivo permite en los niños y adolescentes la habilidad de regular la atención para acceder a la información en la solución creativa de problemas o situaciones (Zelazo, 2017). Las habilidades de funcionamiento ejecutivo hacen posible el compromiso con la meta y el control de los pensamientos, las acciones y las emociones para alcanzarla.
Las habilidades de las funciones ejecutivas (Zelazo, 2017):
- Aportan a los niños y adolescentes la oportunidad de aprender y adaptarse a los diferentes contextos que plantea la escolaridad.
- Reducen una serie de comportamientos inadecuados asociados a problemas emocionales y cognitivos que interfieren con el aprendizaje, incluidos entre estos: problemas de comportamiento, dificultades específicas del aprendizaje, desorden de la atención e hiperactividad, desorden del espectro autista, entre otros.
- Están moduladas por las experiencias positivas. Por lo tanto, un buen soporte y un adecuado desarrollo de calidad en la educación de los niños y adolescentes pueden modelar y mejorar las funciones ejecutivas.
Por otro lado, sabemos por diversas investigaciones que las dificultades o el poco desarrollo de las funciones ejecutivas, son un predictor del fracaso escolar y de conductas de riesgo (Cortez, 2019; Zyssel, 2018).
El Center on the Development Child, Harvard University, plantea que todas las escuelas apuntamos a un mejor rendimiento escolar; para ello, debemos promover en el aula las habilidades de las funciones ejecutivas, ya que éstas potencian todos los sistemas que permiten recordar y seguir instrucciones de varios pasos, evitar distracciones, controlar respuestas precipitadas, adaptarse cuando cambian las reglas, persistir en la resolución de problemas y administrar tareas a largo plazo. Además de apoyar un mejor desarrollo emocional y disfrute del trabajo en el aula al promover la flexibilidad cognitiva, la autorregulación, la creatividad y la resiliencia (Sahakian, 2021).
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